«Mamá, ya estoy libre, estoy bien», dice por teléfono un joven inmigrante haitiano que acaba de ser admitido legalmente en Estados Unidos.
Espera que le den acceso al refugio de Del Río, la pequeña ciudad en la frontera con México que en las últimas semanas se ha visto desbordada por la llegada de migrantes haitianos.
El joven sostiene con la mano izquierda el celular con el que habla con su madre. Con la derecha inserta los cordones de sus zapatos, arrebatados por la policía tras su arresto y entregados ahora que vuelve a ser libre.
Son las 8:30 de la mañana del martes 21 de septiembre. Tres vehículos se detienen frente a la entrada del refugio. Un funcionario de la Patrulla Fronteriza se baja de una de las unidades, abre la puerta corrediza para que, uno por uno, salgan migrantes que fueron detenidos en la frontera y que ahora son puestos en libertad.
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